¡10 años de reconocimiento! Hace ya diez comidas de Navidad, San Valentín, la fiesta nacional —por no hablar de las bodas, cumpleaños y otros festejos— que la comida gastronómica francesa goza del reconocimiento como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad bajo los auspicios de la UNESCO. La excusa perfecta para hacer balance.
En este artículo
Una celebration
El 16 de noviembre de 2010, la UNESCO decidió que la comida festiva a la francesa merecía reconocerse como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. No se trata de una celebración de la gastronomía francesa, sino una práctica social y todo lo que la rodea. Más allá de la comida en sí, esta agencia de la ONU ensalza por tanto «el hecho de comer juntos, el placer del sabor, la armonía entre los seres humanos y los productos de la naturaleza». Desde un punto de vista práctico, destaca algunos de los componentes esenciales de estos momentos en la mesa: «la elección cuidadosa de los platos entre un conjunto de recetas cada vez más amplio; la compra de productos de calidad, preferentemente locales, cuyos sabores combinen bien; el maridaje de la comida y el vino; la decoración de la mesa y los gestos específicos durante la degustación (oler y probar lo que se sirve en la mesa)». Todo ello, siguiendo un esquema bien definido, desde el aperitivo hasta el digestivo, pasando por un entrante, pescado y/o carne con verduras, queso y un postre.
Prácticas bien establecidas
Poco más de diez años después, la globalización del plato y el auge de la street food no han cambiado nada. Los franceses y francesas de todas las clases sociales siguen sin faltar a la mesa. En 2017, según un estudio de la OCDE, pasaron 2 horas y 11 minutos al día comiendo y bebiendo, frente a casi 1 hora y 30 minutos en Alemania, China y Japón, 1 hora y 18 minutos en Inglaterra y 1 hora y 1 minuto en Estados Unidos. ¡A las 12:30, más de la mitad de los franceses se sienta a la mesa puntual! ¡Y rara vez lo hacen solos! Lo mismo sucede por la noche. ¡Y qué decir del retorno de las cocinas popular y burguesa! Se han recuperado los platos que formaban parte de las comidas familiares de antaño: pâté en croûte, bisque de bogavante, rodaballo a la meunière, ternera con colmenillas, clafoutis de cerezas, nougat glacé... sin olvidar la COVID-19 y sus consecuencias positivas en este sentido. En un espíritu de responsabilidad compartida, ¡la producción local nunca había sido tan popular! Todo ello apunta a que la comida gastronómica francesa tiene un brillante futuro por delante. Una forma de ver la vida de color de rosa con un mantel de cuadros vichy, eso sí. ¿Y si lo celebramos? ¡A comer!
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