Para proteger sus cultivos, en lugar de utilizar tratamientos químicos con consecuencias a veces desastrosas para la biodiversidad, algunos agricultores de cultivos tanto ecológicos como convencionales, prefieren los sírfidos, las aves, los insectos polinizadores, las ranas y otros organismos beneficiosos. Una práctica virtuosa en más de un sentido.
Desde el principio de los tiempos, ciertos organismos beneficiosos han contribuido a combatir las plagas de forma natural, pero su presencia natural y el equilibrio que permiten se han visto socavados por la intervención humana en el paisaje y el uso excesivo de productos fitosanitarios. Sin embargo, si se elige bien, un organismo beneficioso puede regular o incluso diezmar por completo ciertas plagas. Por ejemplo, una solo sírfido, es decir, una pequeña mosca con rayas amarillas y negras en el abdomen, puede matar unos sesenta pulgones al día, evitando que estos se den un festín sin reparos con la savia de los tomates, devastando así toda una cosecha.
Existen diferentes tipos de organismos beneficiosos, empezando por las aves. En Tournon-sur-Rhône, Frédéric Martin, horticultor ecológico, instaló hace unos años cajas nido en el perímetro de todas sus parcelas. «Las aves son grandes aliados para el control de plagas. Se alimentan de pulgones, arañas, orugas, cochinillas o gorgojos, que pueden arruinar el esfuerzo de toda una temporada y los cultivos de hortalizas en pocas semanas. Tradicionalmente, estas aves viven en libertad y prosperan en los setos, donde pueden anidar y criar en paz, si bien se han ido desarraigando ».
Una consecuencia adversa de ello es que una tercera parte de las aves de nuestros campos ha desaparecido en tan solo veinte años1. Por ello, poco a poco, algunos productores están replantando estos setos tan favorables para las aves, así como para la reproducción y la hibernación de pequeños mamíferos o de voraces insectos, demarcando así el paisaje con especies coloridas cargadas de bayas. El sentido común en la agricultura dicta que hay que utilizar primero las especies locales, ya que son estas las que albergan a los organismos beneficiosos autóctonos. La misma tendencia se observa al otro lado del Atlántico, en la Ferme des Quatre-Temps, en Hemmingford, al sur de Montreal (Canadá), dirigida por Jean-Martin Fortier, una estrella de la horticultura a pequeña escala. Allí, las franjas de cultivo se enmarcan con fecundos setos.
Otros agricultores franceses plantan prados floridos con plantas melíferas para atraer a los insectos polinizadores y garantizar el buen desarrollo de los cultivos hortícolas. El hortelano Nicolas Verrier ha optado por otra alternativa. Junto a su casa, una gran cuenca de recogida de agua de lluvia atrae a reptiles y anfibios, amantes de las plagas de insectos. Al anochecer, una orquesta de ranas se despliega alrededor del estanque.
En las parcelas, la utilización de organismos beneficiosos obliga a racionalizar los tratamientos, a evitar el control químico sistemático, a fomentar la cobertura vegetal en huertos y viñedos, así como a evitar el arado profundo en favor del arado superficial. Al favorecer una fauna y una flora diversificadas, este control biológico no solo limita los daños causados por las plagas, sino que también nos brinda la oportunidad de volver a conectar con la biodiversidad de nuestros campos.
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