Eran arquitectos, ingenieros, publicistas, fontaneros, periodistas… Hoy son viticultores. Los últimos veinte años han sido testigos de la multiplicación de estos nuevos viticultores, cuya ascendencia, origen geográfico o formación originaria bien poco tenían que ver con la viña.
Un buen día, el deseo de vivir más cerca de la tierra, el hartazgo de la ciudad, el deseo de producir, el despertar de una pasión por el vino, un encuentro inesperado o un flechazo por una región los lleva a hacer un cambio radical en su vida. He visto cómo algunos se engañaban a sí mismos, perdiendo de vista la dificultad de la tarea, la necesidad de aprender. Pero también veo a otros muchos que han resistido a pesar de las dificultades, el granizo y las heladas, impulsados por la alegría de embotellar su vino después de un año de esfuerzos y de trabajo minucioso en el viñedo y en la bodega. ¿Dónde echaron raíces estos neoviticultores?
No hagamos referencia a los mecenas multimillonarios que pueden permitirse cualquier destino. Hablemos en cambio de personas con un presupuesto que va de «poca cosa» a «suficiente, sin más». Les resulta prácticamente imposible implantarse en determinadas denominaciones de Borgoña, Burdeos, Ródano o Champaña, dado el precio de la tierra en estas regiones. Sus tierras de acogida fueron y siguen siendo las regiones de Anjou, Languedoc, Rosellón, Gard, Jura, Aveyron y algunas denominaciones AOC del sudoeste. Y ahora estos viñedos, infravalorados durante mucho tiempo, se revelan a los ojos del mundo del vino. Por supuesto, los viticultores de siempre no son ajenos a este éxito; ni mucho menos, porque cambiaron sus prácticas y optaron decididamente por la calidad. Algunas figuras fueron incluso pioneras, unas verdaderas iniciadoras e inspiradoras para los demás viticultores. Sin embargo, sería injusto pensar que los neoviticultores no tienen nada que ver con este renacimiento.
Así, Blandine Chauchat y Pierre Jéquier (ella era funcionaria parlamentaria; él ejercía como arquitecto) aportan su grano de arena a la denominación de Pic Saint-Loup, al norte de Montpellier. Y si el viñedo de Aveyron sale ahora del anonimato, Nicolas Carmarans, que antes estaba al frente de un bistró parisino, puede tener la satisfacción, junto con otros, de ser uno de los felices responsables. Estas personas y muchas otras han traído sangre nueva a denominaciones a veces adormecidas, creando una competencia sana y dinámicas compartidas. Mejor aún, a menudo han participado en la creación de nuevas denominaciones de origen. ¿Y qué más pedir cuando los «neo» se llevan bien con los veteranos? ¿El ejemplo más asombroso que me viene a la mente? La denominación Terrasses du Larzac. Un grupo de viticultores de Languedoc —algunos, recién llegados; otros, originarios— dirigidos por el exfinanciero Vicente Goumard, de Mas Cal Demoura, y reunidos como un solo hombre en torno al proyecto común de mejorar sus viñedos, ha obtenido la valiosa denominación de origen AOC otorgada por el INAO. Y, dadas las vocaciones que siguen naciendo entre arquitectos, médicos y hasta fontaneros, seguirán adquiriendo fama nuevas propiedades vitícolas, nuevos terruños y nuevos viñedos.
¡Continuará!
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