¡El mundo del vino progresa! Las certezas de ayer ya no son las de hoy. Tanto en el viñedo como en bodega, las prácticas evolucionan a medida que se perfeccionan los conocimientos.
Recuerdo, por ejemplo, un periodo reciente en Francia en el que, tras décadas de uso de herbicidas y otros productos químicos, los viticultores empezaron a intervenir más en sus tierras: el arado se impuso así como símbolo de una voluntad firme de renovar el vínculo con la tierra, pero ¿cuáles son los objetivos de esta práctica, que consiste en remover la tierra con una pala o un arado? Airear la tierra y controlar una vegetación que, en ocasiones, compite en exceso con la vid. En la actualidad, estos problemas siguen existiendo, pero el arado ya no es un dogma. De Muscadet a Alsacia, o de Córcega a Beaujolais, cada vez escucho más dudas por parte de los propios viticultores. ¿Sus argumentos? Arar con demasiada fuerza rompería la estructura y el funcionamiento del suelo y acabaría con seres vivos como las preciadas lombrices... También expondría la tierra a aumentos de temperatura muy repentinos y perjudiciales.
En los viñedos, ya no se aprecian surcos de varias decenas de centímetros de profundidad. Algunos viticultores solo intervienen en la superficie cuando es necesario, otros simplemente optan por no continuar esta práctica para privilegiar una cubierta vegetal espontánea o la siembra de especies vegetales seleccionadas. Por su parte, las lombrices de tierra realizan el mismo trabajo que un tractor, ya que airean el suelo excavando sus galerías, al igual que las raíces de las plantas. Y eso no es todo: la cubierta vegetal frena la erosión hídrica y eólica, favorece la infiltración del agua procedente de la lluvia, protege el suelo de los excesos climáticos, facilita el desarrollo de la materia orgánica y consolida la actividad biológica. ¡Nada más y nada menos! Cabría preguntarse cómo se ha de intervenir cuando dicha cubierta vegetal compite en exceso con la vid, que podría no tener suficiente alimento para asegurar la maduración de la uva. Una vez más, las respuestas son muchas y muy diversas; por ejemplo, aplanar la hierba para limitar su crecimiento y retener algo de humedad. Esta es solo una de las numerosas maneras que ilustran por qué el viñedo es un lugar de trabajo formidable y la capacidad de los viticultores para reinventar constantemente su oficio.
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