Imaginemos que Gatsby, el famoso personaje de F. Scott Fitzgerald, viaja al año 2020.
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Cuando Gatsby, mundano, autor contemporáneo y amante del vino, visita un comercio de vinos neoyorquino especializado en los caldos del valle del Loira, no tiene intención de escribir un nuevo libro ni de embarcarse en un viaje para descubrir un viñedo.
Tras probar esta emblemática variedad de uva, un cabernet franc redondo y sedoso, la decisión está tomada: el escritor cruza el océano que separa los dos continentes para visitar los viñedos del Loira. Su bodeguero nunca pensó que lo haría, pero a él le inspiraba seguir el Loira, el último río «libre» de Europa. Desde Nantes, Gatsby empieza degustando los mejores vinos de la región de Nantes, Anjou, Saumur y Turena, y queda cautivado por los festines de ostras en el reino del muscadet. Los alimentos y los vinos aúnan frescura y un carácter yodado gracias a unas tierras con influencias oceánicas y continentales. Este clima confiere a los vinos blancos del valle del Loira una tensión particular.
Un periplo de Nantes a Blois
Recorriendo el Loira en barca, Gatsby se sumerge en los aires novelescos de estos paisajes excepcionales. Se deja llevar por la corriente. La magia del lugar lo sumerge en sus recuerdos, como la primera vez que probó el rosado de Anjou, en las orillas del río Hudson. Una noche, durante la cena, continúa su descubrimiento de los vinos rosados del valle del Loira mientras prueba los increíbles maridajes de rosado del Loira y el cabernet d'Anjou con la gastronomía local. Gatsby adora estos rosados jóvenes y afrutados, que se disfrutan en cualquier circunstancia. No obstante, la vida no es un largo río tranquilo para Gatsby.
El valle del Layon, afluente del Loira, le tiene reservadas numerosas sorpresas. La gracia del quarts-de-chaume le parece un tesoro. ¡Qué riqueza! Luego, el escritor descubre los finos vinos espumosos del Loira en una bodega troglodita, donde prueba su primer saumur brut. Su visita matutina al corazón de la ladera le deja una impresión duradera. Sin embargo, el escritor nunca imaginó que acabaría en la casa de la bella durmiente. Al día siguiente, una visita al mágico castillo de Rigny-Ussé le transporta a otra época. El señor de la propiedad le presenta la elegancia de la denominación Saint-Nicolas-de-Bourgueil, que ilustra la nobleza de los vinos del valle del Loira. Gatsby se lleva un grato recuerdo de las viejas cosechas de chinon. Para él, estos vinos intensos y con cuerpo se codean con los mejores tintos de la Turena.
En Vouvray, se reencuentra con la uva chenin en la intimidad de una bodega. El escritor airea el vino haciéndolo girar en su copa y luego inspira su aroma. Al tomar su primer sorbo de blanco, se deleita con su sabor cítrico, que le transporta al jardín de su abuela, donde probó por primera vez uno de esos vinos de la côte des blancs que te transportan a lugares lejanos. La chenin blanc es su variedad de uva favorita, que vuelve locos a los californianos. Se llevaría este vino a una isla desierta.
Cae la noche y Gatsby observa, soñador, el Loira. Ha disfrutado de un viaje sensorial único en un paisaje impresionante. Nadie podía predecir que el valle del Loira y sus vinos serían los protagonistas de su próxima novela. Ni siquiera él.
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