Hacer pan para escapar de la lógica de la productividad
Los programas de televisión dedicados a la cocina han devuelto el placer de los fogones a los franceses, pero ya nadie se impresiona, ni siquiera uno mismo, con una receta sencilla. El pan es otra cosa. Especialmente cuando es de masa madre. La masa madre, una mezcla de harina y agua fermentada, no es una cuestión técnica y requiere sensibilidad y experiencia. Medirse con un material vivo es, sin duda, lo que fascina a toda una ola de neopanaderos, a menudo profesionales de alto nivel, que buscan una actividad con sentido, lejos de la lógica de la productividad que les impone su profesión. Mientras que algunos han convertido sus hazañas en la cocina en una afición creativa, otros se lanzan a cambiar de profesión.
Reconversión y concienciación
Estos altos ejecutivos, banqueros o abogados no dudan en empezar de cero haciéndose autónomos. Maxime Bussy, antiguo diseñador gráfico, abrió Bricheton en París, que funciona como una panadería de pueblo. Jean-François Bandet, licenciado en empresariales y antiguo empleado de IBM, terminó su formación profesional de panadero a los 41 años antes de lanzar Bo&Mie junto con un abogado. Ahora tiene dos panaderías en París. Tras una crisis profesional, Roland Feuillas, antiguo ingeniero, abrió las puertas de Maîtres de mon moulin en Cucuron, un pequeño pueblo del sur de Francia, en una reconversión impulsada por su concienciación ecológica. Feuillas, que se autodefine como «panadero campesino», hace un pan «natural» y ha reactivado todo un sector para abastecerse de variedades tradicionales de trigo, aunando así tanto su bienestar como el del planeta.
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