Pleno verano… ¡Ni hablar de sudar entre los fogones! Lo que necesitamos es frescura. Sabemos lo que te gusta, por eso hoy te traemos varias ideas para no acabar haciendo la misma ensalada una y otra vez.
Consejo n.° 1: ¡Atrévete con las combinaciones de texturas, puntos de cocción, legumbres y frutas!
En materia de ensaladas, el truco siempre es mezclar y combinar. Por ejemplo, láminas de tomate rosa de Berna con paraguayos y eneldo. O cuartos de tomate Marmande con melocotón amarillo Belle Angevine y estragón picado. Otra fusión de primera: un trío formado por tomates «corazón de buey», fresas de Plougastel y láminas de sandía, todo aderezado con pimienta negra y albahaca. A menos que prefieras unos trocitos finos de albaricoques Bergeron sobre una ensalada de judías verdes salpicada con almendras tostadas, o unas bolas de melón de Cavaillon en una ensalada de pepino a la menta con yogur de oveja, o incluso unas berenjenas en dados confitadas en aceite, acompañadas de judías planas al dente y cuartos de tomate amarillo…
Consejo n.° 2: ¡El toque final es lo que diferencia una ensalada buena de una excelente!
¿Necesitas ejemplos? ¡Aquí los tienes! Remata una ensalada de judías verdes con unos granos de trigo sarraceno bretón tostado. Sofisticado y sugerente. Para que la lechuga romana quede aún más crujiente, apuesta por unas nueces del Périgord «glaseadas»: sumerge las nueces en clara de huevo poco batida con una pizca de sal y deshidrátalas en el horno a 130 °C durante 30 minutos. Puedes seguir explorando el mismo camino y darles vida a unos tomates asados enfriándolos y añadiendo una juliana de cebollas de Roscoff y ajo rosa pasados por la sartén con aceite, cilantro, pimentón ahumado y comino. ¡Tonificante!
Consejo n.° 3: ¡El a-li-ño!
No te limites y varía a placer. Aliña con hierbas, fruta o pimienta; alterna el aceite de oliva y prueba aceites tradicionales de sésamo, avellana o nuez. También puedes explorar nuestra gama de albahacas: la generosa Grand Vert, la albahaca-limón, la sorprendente tailandesa... Para poner un toque de acidez sin agresividad, opta por un vinagre de Rivesaltes o uno de sidra normando. De vez en cuando, puedes atreverte con una salsa con carácter, como la de huevo y anchoas de Collioure, que se liga con aceite de oliva y se aligera con un poco de nata para acabar aderezando unos cogollos de lechuga con picatostes. O el aliño de alcaparras, cilantro, pimentón de Espeleta y aceite de oliva, perfecto para realzar una ensalada de judías verdes.
Consejo n.° 4: ¡Convierte tus ensaladas en plato único!
Sabemos que sueles añadir huevos cocidos, pollo hervido o sardinas bretonas en aceite. ¡Buenísimo! Pero, además, puedes enriquecer tus ensaladas con alubias mogette, garbanzos o judiones de Soissons (déjalos en remojo toda la noche y cuécelos a fuego lento una hora u hora y media), con espelta cocida fundente o con un puñado de arroz rojo de la Camarga. El efecto del cambio de textura es delicioso. Y lo mejor es que llena durante todo el día sin resultar pesado. Eso sí, no olvides que no hace falta recargar la receta: ¡las legumbres deben ser las auténticas protagonistas!
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